La vendimia fue el símbolo elegido para representar el otoño, una de las cuatro estaciones encargadas a Francisco de Goya para los tapices que decorarían las paredes del comedor del Príncipe, en el palacio de El Pardo en Madrid.
Así, y junto a La Vendimia o el otoño, se encontraban Las floreras o la primavera, La nevada o el invierno y La era o el verano, pintadas por Goya en el momento más álgido de su carrera cortesana, pero que nunca llegaron a colgarse en el palacio por la muerte de Carlos III en diciembre de 1788.
El otoño, estación del dios Baco, se transforma aquí en una vendimia moderna en la que un joven, sentado sobre un muro de piedra y vestido de amarillo, color que simboliza el otoño, ofrece a una dama un racimo de uvas. El elegante niño intenta alcanzar las uvas, reservadas sin embargo a los adultos. Tras ellos, una campesina lleva sobre su cabeza, con dignidad y apostura clásicas, una cesta llena de uvas que trae de los campos del fondo. En ellos, los campesinos recogen el fruto, inclinados sobre las viñas, mientras uno se yergue mirando a sus señores. El fértil valle se cierra al fondo por altas montañas, que recuerdan a la sierra de Gredos, cerca de Arenas de San Pedro en Ávila, tierra de viñedos.