En su reciente viaje a Perú, Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, presidente de las bodegas Marqués de Murrieta ha sido entrevistado por la revista G&G MAGAZINE, y el resultado ha sido fantástico. Sigue leyendo y conoce un poco más al “guardián del legado vitivinícola más profundo de La Rioja en España”
“Mira el futuro. Vicente Cebrián, presidente de las bodegas Marqués de Murrieta en La Rioja y Pazo Barrantes en Galicia, vive el presente pero ya piensa en los próximos veinte años. Cuando recuerda a su padre, imagina el hotel de huéspedes que construirán en Ygay. O piensa en Galicia y en todo el camino por recorrer. Cebrián no se detiene desde que, a los 15 años, comenzó a trabajar como guía de los turistas que visitaban la bodega de Cebrián Sagarriga.
M.- Existe un episodio en la historia de la fundación de Marqués de Murrieta que incluye al Perú.
VC- Es cierto, Luciano de Murrieta nace en Arequipa. Su padre era de Bilbao y su madre, peruana. A los 15 años volvió a España, se enroló en el ejército y se convirtió en el ayudante del general Espartero, quien luego fue regente de España. Durante el exilio en Londres, se dio cuenta de la importancia que tenía el vino para la época. En España no ocurría lo mismo, salvo en la zona de Jerez. Con esas ideas se trasladó a Burdeos durante un tiempo, pero recién a su regreso a Rioja, en 1852, compró una finca —la actual Ygay, que hoy tiene 300 hectáreas— y se establece el primer proyecto vitivinícola de la era moderna de Rioja. Tiempo después, en 1911, Luciano de Murrieta desaparece sin descendencia y la bodega acaba en manos de distintos miembros. Cuando la tercera generación de esa familia vende el proyecto, llega a manos de mi padre en 1983.
M.- ¿Cómo asumiste la responsabilidad de suceder a tu padre y su legado siendo tan joven?
VC.- En esa época, estaba terminando la carrera en la universidad de Navarra y ya me ocupaba de la exportación. Incluso un año antes de su fallecimiento, me hizo director general. Cuando muere, me encuentro en shock y con un gran vacío. Primero, por la figura tan fuerte y poderosa que representaba. Pero, en lo profesional, eso significaba tener que manejar todo. Junto a Cristina, mi hermana mayor, armamos un gran equipo. Durante tres años observé, pregunté, analicé y puse las bases de un nuevo proyecto. Recién en 1999 comencé a renovar la bodega: inyectamos savia joven, actualizamos los vinos en un diálogo distinto con el viñedo, exigiendo más calidad. Además acortamos la crianza en barrica, incorporamos más roble francés, buscando equilibrio entre barricas usadas y nuevas, y sobre todo, resaltando la participación de la fruta en compañía de la barrica.
M.- En Rioja, los tintos siempre han sido el referente. Pero Murrieta rompe con esa tradición, pues producen blancos de impacto.
VC.- Con el Ygay Blanco (1986) recibimos los cien puntos de clasificación con Luis Gutiérrez, catador de Robert Parker en España. Fue una auténtica maravilla. Eso ha significado un antes y un después para nosotros. Fue el primer blanco de la historia de España en obtener una distinción semejante. En una cata que dirigí para 1500 personas, me preguntaron: “¿Qué significa este vino para ti en una frase? Yo respondí: “Es un viejo rockero”. Madurísimo, con mucha experiencia y potente, pero con una fuerza inusitada”. En 160 años solo ha habido trece añadas de este vino.
M.- ¿Qué es el vino para ti?
VC.- El vino es un absoluto concepto de vida. No convive solo con una cuenta de resultados, sino con una familia y una historia. La calidad hoy se puede lograr casi en todos lados, pero hay que pasar al siguiente escalón: el alma y las sensaciones. El mundo del vino te aporta algo que es fundamental en la vida: ser un incansable buscador de equilibrio. Cuando un vino está equilibrado es un vino bello. Cuando una familia, una pareja, una empresa está equilibrada, también es un maridaje ideal.”
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