Hoy continuamos con el vino y su destacado papel en la literatura, que ya comenzamos en nuestra anterior entrada.
Retomamos la historia en la época de la Ilustración, en la que hablar de los efectos del consumo excesivo de vino estaba muy mal visto. Sin embargo los escritores, siempre rebeldes por naturaleza, se negaron a dejar de hacerlo.
Ya en la era del Romanticismo, los poetas le cantaron de forma más apasionada:
Dadme vino: en él se ahoguen
mis recuerdos; aturdida,
sin sentir huya la vida;
paz me traiga el ataúd.
(José de Espronceda)
En la literatura contemporánea (siglos XIX, XX y lo que llevamos del siglo XXI), el tema del vino toma aun más importancia y en los últimos tiempos se pierde la vergüenza y el pudor al hablar de él. Además, se subrayan sus efectos en las personas, como es el caso de Mariano José de Larra en sus artículos, o del Nobel Camilo José Cela, que con su fina ironía criticó los vinos de mala calidad: “La Gente cuando bebe vino en bota de plástico, empieza a menguar y al final se vuelve tonta y tartamuda.”