Conocida popularmente como Los borrachos, esta pintura conservada en el Museo del Prado de Madrid, fue creada en 1629 por Diego Velázquez.
Surgió a raíz de un encargo del rey Felipe IV, que quería para sus aposentos una representación mitológica cuyo protagonista fuera Baco, dios del vino, conocido en aquella época como un “libertador”, por los efectos que causaba su vino sobre las personas.
Lo más llamativo de este cuadro es el realismo del que impregnó el pintor a los personajes. En la escena, que tiene lugar al aire libre, aparecen a un lado los sátiros y al otro un grupo de borrachos, captados de manera natural y sin artificios, como lo estaría cualquiera en una taberna, con el dios Baco en el centro coronando a uno de ellos.
Las interpretaciones de este cuadro han sido variadas: desde una crítica irónica a los dioses paganos, una humanización de la mitología y nuestra favorita: una exaltación de las bondades del vino que, tomado con moderación, alegra la vida de los hombres.