¿Sabes distinguir un Crianza de un Reserva o de un Gran Reserva?

barricas sobremesa

 

Existen muchos factores que influyen en la calidad final de un vino. Desde el suelo donde arraiga la cepa, el cultivo o las variaciones meteorológicas, hasta el proceso de elaboración del vino en sí mismo. Pero uno de los grandes factores es sin duda su proceso y el tiempo de envejecimiento. A este respecto, es importante diferenciar bien los términos que utilizamos para distinguir las edades de los vinos. Crianza, Reserva, Gran Reserva… Cada uno tiene sus matices, y aquí os los explicamos.

Los vinos jóvenes son vinos comercializados en su primer o segundo año de vida, que tradicionalmente pasaban de los depósitos a la botella sin un período intermedio de crianza en barrica y en los que priman la frescura y los aromas primarios procedentes de la uva.

Los vinos de crianza se comercializan como pronto en su segundo o tercer año de vida, después de pasar al menos un año en barrica (en el caso de los tintos) o seis meses (en el caso de los blancos). El resto del tiempo envejecen en botella antes de ser etiquetados.

Los vinos de reserva han sido sometidos al menos a tres años completos de envejecimiento, aunque el período mínimo de permanencia en barrica coincide con el de los crianzas: un año. En el caso de los blancos, el período total de envejecimiento exigido se reduce a dos años, de los cuales medio año como mínimo debe ser en barrica.

Por último, los grandes reservas se elaboran sólo en añadas con uva de gran calidad y se etiquetan después de permanecer como mínimo dos años en barrica y tres en botella. En el caso de los blancos, se exige un período total de envejecimiento de al menos cuatro años, mientras que el período mínimo de permanencia en barrica es igual al de los reservas y crianzas: seis meses.